Siendo el 8 de marzo, declarado en 1975 por la Organización de las Naciones Unidas como el “Día Internacional de la Mujer”; el día que se conmemoran las luchas de las mujeres por la igualdad, por el reconocimiento y ejercicio efectivo de la equidad como un derecho fundamental, me hace reflexionar y valorar las luchas de tantas mujeres en la historia de nuestra humanidad; muchas heroínas valientes, unas visibles, otras invisibles, muchas cuyos rostros y nombres no reconocemos a pesar que sacrificaron sus vidas a causa de la sumisión impuesta por normas patriarcales e intereses económicos atávicos.
En 1848 cuando se llevó a cabo la primera convención nacional por los derechos de las mujeres en E.E.U.U., dos mujeres de gran liderazgo, Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott, manifestaron que “todos los hombres y las mujeres son creados iguales” y exigieron derechos civiles, sociales, políticos y religiosos para todas las mujeres; en ese entonces fueron desmeritadas y mofadas por la sociedad patriarcal que prevalecía. El 8 de marzo, día que conmemoramos haciendo conciencia, recordamos la manifestación masiva de miles de trabajadoras textiles que en el año de 1857 decidieron salir a reclamar en las calles de la ciudad de Nueva York por salarios más justos, condiciones laborales más humanas, y a pesar de que fueron aprendidas, posteriormente pudieron organizarse y crear el primer sindicato para luchar por sus derechos. Tuvieron que pasar 51 años más para que el 8 de marzo de 1905, 15 mil mujeres de esta ciudad volviesen a marchar con el lema “pan y rosas”, el pan representaba la seguridad económica, y las rosas una mejor calidad de vida. Estas valientes mujeres estaban reclamando mejores condiciones laborales como eran el recorte del horario de trabajo a 10 horas, un salario igual al que percibían los hombres por las mismas actividades, mejoras en las condiciones de trabajo que soportaban, y el fin del trabajo infantil.
En la historia de nuestra República no podemos dejar de recordar las valientes y determinadas mujeres que abrieron el camino para allanar el sendero de las mujeres que aspiramos a realizarnos en una sociedad que sigue siendo patriarcal, pero en la que no podemos renunciar a seguir luchando por nuestro derecho ineludible a la equidad entre los géneros. Por ejemplo, Clara González de Behringuer, líder fundadora del Partido Nacional Feminista que luchó por el derecho de la mujer al voto para que se le reconociera su ciudadanía; Gumercinda Páez y Esther Neyra de Calvo, ambas fueron las primeras diputadas femeninas electas en 1945, lo cual les permitió participar en la elaboración de la Constitución de 1946; Sara Sotillo, quien como educadora de indiscutible liderazgo y determinación organizó el Magisterio Panameño Unido y promovió la Ley Orgánica de Educación de 1946 con la que se logró la estabilidad laboral de los educadores. Nos toca a nosotras las mujeres del presente y el futuro no olvidar el extraordinario legado de éstas y otras mujeres que le siguieron sus valientes pasos para garantizar una participación equitativa por nuestros derechos en la toma de decisiones políticas, económicas y sociales.
Hoy día que estamos viviendo las consecuencias catastróficas que han sido generadas por la ausencia de políticas públicas que tengan en su centro el ODS-5 por la Igualdad de Género, comprendemos más que nunca la importancia de no dejar a nadie atrás, en especial las mujeres y las niñas según indica informe del Pacto Global de las Naciones Unidas.
La pandemia Covid-19 ha generado una crisis global monumental que ha incrementado los niveles de desigualdad, vulnerabilidad y pobreza, que como se sabe afecta en mayor grado y de forma diferenciada a la mujer. Siendo la mujer el 50% de la población mundial, y la que en Panamá lleva el mayor peso de la crianza y cuidado de los hijos, no se puede pensar que vamos a superar los retos que tenemos en el presente si no permitimos que las mujeres recuperen el espacio que requieren para llevar una vida productiva y plena, garantizando que ellas tengan las mismas oportunidades que sus pares. Por lo tanto, garantizar la equidad de género y la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, es la mejor fórmula para que el país prospere en lo social y lo económico con pasos firmes y seguros para salir de la crisis causada por el Covid-19.
Otro factor que ha incrementado y que ha afectado a la mujer a causa del confinamiento impuesto para prevenir el contagio del Covid-19 es la violencia doméstica. Informe de Naciones Unidas estima que la violencia doméstica en tiempos de la pandemia Covid-19 ha incrementado hasta en un 25% a causa del confinamiento obligatorio impuesto por los Estados. Gracias a Fundamorgan tuve la oportunidad de dirigir el “Programa de Asistencia Legal” y llegué a la conclusión de que el mejor antídoto para combatir este flagelo, era educar a la mujer sobre sus derechos humanos con enfoque en equidad de género porque desafortunadamente en la sociedad patriarcal en la que hemos crecido, nunca se le educó a la mujer en que podíamos aspirar a tener los mismos derechos y oportunidades que los hombres.
No podemos continuar permitiendo que estas cifras sigan creciendo, hoy más que nunca educar en equidad de género es un factor fundamental para que Panamá cuente con una sociedad en donde las mujeres y las niñas pueden crecer sin miedo, alcanzar su máximo potencial productivo, generando una sociedad sana y equilibrada.
Por:
Marcela Tejeira A.
Asesora Gerencia RSE Morgan & Morgan