Por: Ivonne Carrasquilla, palabras poderosxs
Cada 28 de mayo se conmemora el Día Internacional de la Higiene Menstrual, una fecha impulsada para visibilizar la importancia de una gestión menstrual digna y sin barreras. Todos los años nos enfrentamos a una realidad: millones de niñas, adolescentes y mujeres que menstrúan viven en silencio, rodeadas de estigmas y barreras. Esta fecha, más que una conmemoración, es un recordatorio de que el acceso a una menstruación digna es una lucha urgente y global.
Aunque la menstruación es un proceso natural y cotidiano, sigue rodeada de tabúes, vergüenza, desinformación y desigualdad. En muchos contextos, quienes menstrúan enfrentan obstáculos que afectan su salud, bienestar, educación y participación plena en la sociedad.
¿Por qué hablar de menstruación importa?
Hablar de gestión menstrual no es solo una conversación sobre toallas sanitarias o copas menstruales. Es una conversación sobre justicia social, derechos humanos, sostenibilidad y equidad de género.
Cuando no existen condiciones básicas para una gestión menstrual adecuada —agua potable, instalaciones seguras, productos de higiene accesibles y educación sin tabúes— las consecuencias van mucho más allá de lo físico. Muchas niñas, adolescentes y mujeres que menstrúan enfrentan impactos psicológicos, físicos, sociales y ambientales por la simple razón de menstruar.
Según UNICEF, más de 500 millones de personas en el mundo enfrentan desafíos relacionados con la menstruación. De hecho, 3 de cada 10 niñas en países en desarrollo pierde días de escuela debido a la falta de productos de higiene menstrual, y alrededor del 20% de las adolescentes no cuentan con acceso a productos adecuados en sus comunidades.
El ausentismo escolar y laboral, el aislamiento, la vergüenza, los diagnósticos tardíos o erróneos relacionados con condiciones como la endometriosis o el síndrome de ovarios poliquísticos son parte de esta realidad. Y aún más duro: son realidades normalizadas.
¿Y Panamá?
Lamentablemente, Panamá no escapa de esta situación. En muchas comunidades del país, la pobreza menstrual se expresa en la falta de productos básicos, instalaciones seguras y acceso a agua potable. Hay niñas que dejan de ir a clases porque no tienen con qué manejar su sangrado. Hay mujeres que no pueden costear productos menstruales porque el ingreso no alcanza.
Esta realidad se complica aún más por la falta de acceso a agua potable en muchas comunidades del país. No contar con agua segura en escuelas, centros de salud o en el hogar limita directamente la posibilidad de una higiene menstrual adecuada, exponiendo a las niñas y mujeres que menstrúan a riesgos para su salud y profundizando la desigualdad.
Esta falta de recursos no es solo económica, también es educativa. Y cuando la menstruación llega sin información, sin acompañamiento y rodeada de estigmas, lo que debería ser parte de una transición natural se convierte en una experiencia de angustia.
En palabras poderosxs, junto a otras organizaciones y activistas, llevamos años insistiendo en la urgencia de poner este tema sobre la mesa política y social. Por eso impulsamos un proyecto de Ley Integral De Gestión Menstrual que propusimos durante el periodo legislativo 2019-2024. Este proyecto busca eliminar el impuesto a los productos menstruales, garantizar su disponibilidad gratuita en instituciones públicas, disponibilidad de kits distribuidos por el Gobierno en situaciones de emergencia, como desastres naturales o epidemias. Y, sobre todo, establecer la educación menstrual como un componente obligatorio en los currículos escolares.
¿Qué podemos hacer como sociedad?
Hay muchas maneras de sumar, y aquí no hay gestos pequeños. La transformación requiere la participación activa de todos los sectores:
- Gobierno: Crear políticas públicas con enfoque de género, eliminar impuestos a productos menstruales y asegurar su distribución gratuita en escuelas, hospitales, cárceles y comunidades.
- Salud: Capacitar al personal médico para escuchar, diagnosticar y tratar de forma adecuada. Cada menstruación es diferente, y síntomas como dolor o irregularidades no deben ser ignorados ni tratados como algo “normal”.
- Sector privado: Fomentar entornos laborales inclusivos que contemplen la salud menstrual, ofrecer productos sostenibles y apoyar campañas de educación y acceso.
- Educación: Incluir la educación menstrual integral en los currículos escolares desde edades tempranas, sin mitos ni estigmas, para que niñas, niños y adolescentes entiendan este proceso de forma clara y científica.
- Activismo feminista y menstruante: La menstruación es un proceso natural que debe ser hablado con sinceridad, sin caer en la romantización. No todas la vivimos igual: hay dolor, incomodidad y trastornos que afectan la vida cotidiana. Es importante que la conversación sea inclusiva y realista, reconociendo las diferentes experiencias para lograr una gestión menstrual digna para todas.
- Medios de comunicación: Romper estigmas, visibilizar las barreras y tratar el tema con respeto y responsabilidad, sin morbo ni silencios.
- Desde lo personal: Habla del tema sin pena, apoya iniciativas, enseña en casa y exige políticas públicas. Cada gesto cuenta.
Un llamado a la acción y a la empatía
La gestión menstrual es un derecho humano, no un lujo. Este 28 de mayo es una oportunidad para recordarlo, pero también para actuar: como ciudadanía, como profesionales de la salud, como comunidad educativa, como Estado.
Menstruar no debe significar perder días de escuela, de trabajo o de vida social. No debería ser una carga silenciosa ni un obstáculo.
La menstruación debe ser vivida con dignidad, información, autonomía y sin barreras. Ese es el futuro que soñamos y construimos, paso a paso, desde el activismo, las aulas, los consultorios y las conversaciones cotidianas.
Porque cuando garantizamos una gestión menstrual adecuada, no solo estamos cuidando cuerpos: estamos cuidando derechos, equidad y humanidad.
