Por: Pablo Arco Fernández- Director América – Valora Consultores
El concepto de materialidad no es original del mundo de quienes nos dedicamos a la sostenibilidad, sino que viene del entorno financiero, recogido en las propias Normas Internacionales de Contabilidad (NIC/IAS), complementadas por las Normas Internacionales de Información Financiera (NIIF). Para la presentación de los estados financieros, se considera material toda aquella información que “su omisión, tergiversación u ocultación pueda razonablemente influir en las decisiones que los usuarios primarios de los estados financieros realizan considerando dichos estados financieros”.
Llevado a la atención de las temáticas de sostenibilidad, se entiende como el umbral a partir del cual son críticas para una empresa y, por tanto, sirven para establecer sus prioridades de gestión. Utilizada especialmente por los Estándares de Global Reporting Initiative (GRI) en sus sucesivas versiones, se fija como la manera también de seleccionar los contenidos a abordar en las memorias de sostenibilidad, dejando atrás las aproximaciones iniciales en que, o bien no se utilizaban estándares y cada compañía reportaba a su discrecionalidad, o bien se utilizaban todos los indicadores (contenidos) planteados por GRI en sus estándares.
Esta aproximación desde el mundo de la sostenibilidad se concentraba en lo que hoy llamamos materialidad de impacto. La selección de los temas críticos obedecía sólo a cuáles eran aquellos en que las actividades de la empresa generaban mayores impactos sobre su entorno, entendido éste como el más amplio abanico de sus grupos de interés. Aplicando este enfoque es que se han venido estableciendo las estrategias de sostenibilidad de aquellas compañías más avanzadas, que ya han venido optando por una hoja de ruta institucionalizada, dotada de accountability y gobernanza.
Sin embargo, esto se ha quedado corto en el momento actual, aunque la consideración de los impactos se haya ido ampliando, para incluir tanto los potenciales como reales, positivos y negativos, de corto, medio y/o largo plazo, y otras posibles categorizaciones. La razón es que no considera los riesgos y oportunidades financieras conectadas con sostenibilidad, esto es, los temas principales que afectan a la estabilidad financiera de la compañía, a su flujo de caja, el valor del patrimonio y el acceso a capital. Este otro enfoque es de especial interés para una parte de los grupos de interés, que llamamos mercado financiero, y que incluye a las calificadoras de riesgos, los inversionistas institucionales y los fondeadores. Por su perfil, aunque les pueda importar el impacto (ej. los bancos de desarrollo que fungen como fondeadores), su principal preocupación es la perspectiva financiera de la compañía a la que entregan la calificación y/o el capital.
La materialidad financiera es asimismo la que está siendo incorporada en regulaciones en la región. Esto por la necesidad de que el mercado financiero disponga de la visión completa de los riesgos de las compañías, evitando que posibles decisiones erróneas generen inestabilidad e incluso colapso de los sistemas. En Chile y Colombia ya se dispone de regulaciones que requieren presentarla desde 2021 (NCG 461 de la Comisión del Mercado Financiero y Circular 031 de la Superintendencia Financiera respectivamente), para los emisores de valores. Además, está presente en las normas NIIF de sostenibilidad, desarrolladas por el ISSB de la IFRS Foundation, para su aplicación con las normas NIIF contables; esto con el objetivo de que junto a los estados financieros se presente cuáles son los riesgos y oportunidades financieras más significativas asociadas a sostenibilidad y cómo los gestiona la compañía (preferentemente con los Estándares de Sustainability Accounting Standards Board, SASB). Ya son varios los países en Latinoamérica que han establecido un calendario de adopción para estas normas, caso de Costa Rica, Brasil y Bolivia; se espera que el resto lo hagan progresivamente, con un plazo global que comienza el año que viene, pero que deja a los países la responsabilidad sobre sus propios tiempos.
En este contexto y ante el peso/relevancia que el mercado financiero tiene para las compañías, éstas pueden verse tentadas a aplicar sólo la materialidad financiera, incluso por una visión sesgada de su CFO y CEO. Sin embargo, esta decisión sería un grave error, ya que los impactos se pueden convertir en temas financieramente materiales a medio y largo plazo, con riesgos y oportunidades de mayor probabilidad de ocurrencia y gravedad al no haber sido abordados con tiempo. Prueba de ello es que el marco regulatorio más avanzado, el de la Unión Europea (Directiva sobre información corporativa en materia de sostenibilidad, CSRD) aborda la doble materialidad.
Las compañías se encuentran entonces ante la oportunidad de poder fijar sus prioridades de actuación desde el enfoque de los impactos, así como los riesgos y oportunidades financieras, fortaleciendo su gestión y el objetivo de sostenibilidad buscado. De igual manera, poder hacer evolucionar sus reportes, siempre bajo la aplicación de estándares internacionales (GRI, SASB), que aporten credibilidad para la audiencia, a la vez que se van preparando para las regulaciones, especialmente la NIIF de sostenibilidad S1 (con la materialidad financiera y el uso de los Estándares SASB).