Andy, ex convicto del Centro Penitenciario de Veraguas, decidió cambiar el rumbo de su vida y a través de la educación. Este joven estudió en modalidad virtual, mientras se encontraba privado de libertad.
“Se trata de una estrategia estructurada, sistematizada, funcional, pero sobre todo sensibilizada que permite brindar medios para la reinserción social, para un segmento específico de nuestra población, desde la cual contribuimos al desarrollo humano sostenible de Panamá”, explicó Adriana Angarita, rectora de la Universidad del Istmo, cuya casa de estudios superiores tiene -desde el año 2011- estudiantes en distintos centros penales del país.
En este panorama, la modalidad virtual se convierte en la herramienta pertinente para ofrecer estudios superiores donde los privados de libertad sólo necesitan acceso a un salón con herramientas computarizadas, voluntad de un cambio de vida y la disciplina para tomar una opción que realmente cambie su vida y de manera sostenible. “La modalidad virtual, a su vez, permite desarrollar competencias enfocadas en el sector tecnológico, habilidades necesarias en el ámbito laboral, que los prepara frente al escenario que se encontrarán cuando se les restablece la libertad”, agregó Angarita.
Los especialistas aseguran que el mayor reto de la educación en las cárceles está del lado de la Dirección General del Sistema Penitenciario, cuyos altos funcionarios deben procurar que los privados de libertad terminen su educación secundaria y luego incentivarlos a cursar una carrera universitaria.
En el 2018, se graduaron 713 personas privadas de libertad de Primaria, Básica General (pre-media) y Media en la Promoción 2017 de todos los centros penales del país.