Panamá en las últimas dos décadas progresa a pasos agigantados. En 1903, un 90% de los 300 mil habitantes del Istmo no podían leer la Declaración de Independencia. La magnitud del flagelo del analfabetismo de entonces es cosa del pasado. No obstante, acceder a Educación de Calidad, es un gran reto.
Somos uno de los países de la región con mejores oportunidades. Hemos logrado consolidar un notable éxito económico, conforme a datos de instituciones financieras y calificadoras internacionales.
Múltiples indicadores de acuerdo a estudios del Banco Interamericano de Desarrollo, advierten la debilidad del capital humano en nuestro país. De un 54.7% de los jóvenes que finalizan la secundaria, solo un 17% de los estudiantes de las universidades logran graduarse, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC)
Nuestro país, desde la década de 1990, ha experimentado una expansión de ofertas en educación superior sin precedentes: de 6 universidades en 1990 había 38 en 2018. Ello representa una matrícula de más de 1,600,000 estudiantes entre 2008 y 2018, según el INEC.
A pesar de la vasta oferta universitaria, la retención de estudiantes en el sistema es un reto. Cada estudiante que deserta es un futuro profesional que el país pierde. Es un fracaso a nivel individual e institucional. Por ello, las Universidades tienen la responsabilidad de establecer una estrategia para evitar deserciones e incentivar la permanencia y la culminación de la educación terciaria.
Encuestas apuntan a que los jóvenes desertan por falta de interés y motivación; por no contar con apoyo familiar; debido a problemas económicos o por deficiencias que arrastran en su formación escolar. Los jóvenes resaltan que una razón para desertar es el conflicto entre el estudio y el trabajo.
A pesar de las cifras alarmantes de deserción universitaria, consecuencia de la Pandemia, en los últimos diez años, el número de estudiantes universitarios se incrementó en un 35%. Las autoridades aseguran que la enseñanza virtual en las universidades públicas del país, ha logrado mantener una matrícula sólida.
Más de 75,000 personas se inscribieron en la Universidad de Panamá este año, de acuerdo a declaraciones del rector Eduardo Flores. La educación virtual es indispensable en el Siglo XXI: facilita incluso la universalización del acceso a oportunidades de ofertas de educación superior de primer mundo.
La COVID-19 afecta la educación del 70% de los jóvenes, de acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo. Se prevé que la crisis dificulte mucho más las oportunidades en el mercado laboral. Aunado a esto, existe la probabilidad que se prolongue el periodo de tiempo entre cuando culminan los estudios universitarios y logran insertarse en el mundo productivo.
La pandemia no debe ser un obstáculo para la formación de los jóvenes: las Universidades deben ofrecer un currículo con alternativas de carreras y contenidos en innovación y tecnología, reforzando la investigación. La oferta terciaria debe incluir carreras técnicas alineadas a las necesidades del mundo productivo y a la demanda laboral.
Una consecuencia del sistema educativo rígido y desactualizado es que inhibe a los estudiantes de experimentar con flexibilidad en otras áreas. Ello se traduce en falta de recurso humano idóneo con las competencias, habilidades, actitudes y destrezas indispensables para el mundo de trabajo en la “nueva normalidad”.
Hay que frenar el efecto de la COVID-19 con respecto a la inserción laboral de los jóvenes entre los 20 y 29 años, que ya sufren las consecuencias de una tasa de desempleo de un 31.8%. Casi 214 mil de los contratos suspendidos, son de personas menores de 30 años, según cifras del Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral.
¡Debemos tomar acción! La COVID-19 no puede frenar al futuro del país y la capacidad de inserción de la juventud al mundo del trabajo. Es urgente que las universidades, el sector productivo y las autoridades establezcan estrategias que promuevan que los jóvenes permanezcan en las universidades, culminen sus carreras y conozcan de manera paralela el mundo del trabajo, a través de pasantías y programas en las empresas. Los jóvenes no quieren subsidios : quieren oportunidades de trabajo y posibilidades de superación. Tienen derecho a oportunidades de futuro.
Por Nayisca Pimentel
La autora es miembro de Jóvenes Unidos por la Educación
Este artículo fue publicado previamente en la página web de La Prensa.