Filosofía y sostenibilidad: Razones para el ¿Por qué?

Por: Félix Arcila,Profesor Invitado del IESA, Consultor en el área de Capital Humano, con foco en temas tales como: el impacto de la Transformación Digital en la gente; la exploración de competencias profesionales y el acompañamiento gerencial para la gestión efectiva. Psicólogo especialista en procesos de aprendizaje.

“Necesitamos a los filósofos más que nunca porque muchas de las preguntas filosóficas, que antes eran puramente teóricas, ahora se han convertido en cuestiones de ingeniería práctica. Un coche autónomo debe tomar decisiones éticas”.

Yuval Noah Harari.

Historiador y Filósofo

La reflexión que citamos reitera la necesidad y vigencia de la filosofía. Pensemos por un instante que hubo una época en que la filosofía era el árbol más frondoso del jardín del saber, sus frutas cargadas de un indefinible y muy placentero sabor calmaron el hambre de entidades como la química, la física, las matemáticas, la biología, la arquitectura, la medicina y la psicología por citar sólo algunas de las más hambrientas de respuesta. Las alimentó consecuentemente, nutriéndolas con preguntas que las llevaron a metabolizar acciones que les permitieron avanzar y dejar así un legado a las generaciones por venir. Poco se equipara con ese gesto de bondad de una entidad, de la que en estos tiempos ni siquiera se recuerda en lo cotidiano su preminencia.

La filosofía fue la que primero se dedicó a explicarnos, el origen de estructuras no corpóreas, pero sí muy humanas como el conocimiento, la mente, la memoria y los sentimientos, los cuales habitan en el mundo de las ideas de cada ser y que sin tener fuerza física o materia en si, nos dotan del impulso y convicción necesaria para seguir adelante.

Una condición inquietante de la filosofía es que nos provee de las interrogantes y nos deja a nosotros las respuestas; acá se devela otro de sus rasgos y es que no quiere brillar sino iluminar el camino de quienes transitan hacia la pradera eternamente primaveral llamada conocimiento. Al llegar allí no acaba el viaje, surge de inmediato el cuestionamiento de si estamos en el sitio correcto, si se puede mejorar, qué le falta, qué le sobra, por qué nosotros y no otros. Vuelve a entrar en juego, ya no como un árbol colmado de frutos, sino en forma de musa que nos visita cada noche para incitarnos mientras dormimos con  lo mejor que sabe hacer, preguntar para inquietar, cuestionar, movilizarnos y hasta para cuestionarla a ella misma si fuese necesario.

Como es de esperarse, al despertar estamos llenos de ideas y deseos de explorar la periferia de la pradera, que por extensa no es fácil recorrerla de manera pedestre. ¿Cómo hacer entonces para transitarla de forma provechosa?, ¿qué se necesita para ello?, ¿cómo hacerlo muchas veces?. Tal vez estas fueron las reflexiones que dieron origen a la rueda, como expresión de ésta, posiblemente no lo sepamos nunca con exactitud, pero de seguro los cuestionamientos de la filosofia en su estado más primigenio estaban allí auspiciándonos a crear y cuestionarnos ciclícamente. Y tanto lo hicimos que en ese instante nació la tecnología y las prótesis, pues al fin y al cabo la rueda es eso en su esencia, algo que nos permite ir más allá sin valernos únicamente de nuestro cuerpo. La cosa no paró allí, las preguntas siguieron llegando noche a noche impulsando la creación de carruajes ya no arrastrados, sino rodados. Que con el tiempo no fueron suficientes, pues cuando en la verde pradera se acabaron los caminos y se presentaron ante sus moradores el agua en forma de río, toco ingeniarselas pues nadar no era la solución ideal, fue necesario pensar ¿cómo flotar y deslizarse?, de nuevo la filosofía hizo acto de presencia e incitó al pensamiento, nuestra principal herramienta para generar una solución.

Con el pasar del tiempo, al hombre lo abordó la curiosidad de cuan grande era la pradera donde moraba, para saberlo ya no era suficiente rodar o navegar, le hacia falta ¡volar!!!. ¿Pero cómo hacerlo con nuestro limitado cuerpo?, fue necesario revertir esa precariedad con astucia, a favor tuvimos la destacada trayectoria por el mundo de la tecnología, que nos puso a rodar.

Este sueño se transformó en uno de los más retadores el ¿cómo hacerlo sin alas? se instaló por siglos dentro nuestras preguntas no resueltas. Mientras alcanzábamos ese sueño que duró alrededor de 2.000 años, la humanidad y sus ciencias, siguieron ejercitándose por medio de miles de preguntas que con el pasar del tiempo se materializaron en motores, locomotoras y trenes alimentados con leña, carbón y combustibles de diversa índole.

Impulsados por los cuestionamientos filosóficos, fuimos más allá de la tecnología y las ciencias físicas para adentrarnos en los sistemas regulatorios de nuestra interacción, surgiendo así los valores que en esencia no son más que convicciones razonadas y asumidas que marcan y regulan nuestro proceder ante lo correcto y lo impropio. Luego se empalmaron o derivaron en un corpus de regulaciones llamadas leyes para contenernos dentro de los parametros del proceder establecido. Todo ello ha conllevado lustros de trajín social y cultural. Para que se tenga una idea concreta del asunto, las leyes en su inicio tuvieron su asidero en la casuística y por tanto en el análisis y el planteamiento de preguntas con un asidero filosófico importante. Manteniéndonos en el universo de las ideas, la noción de paradigma, originalmente propia del mundo de las ciencias duras con el tiempo migró al mundo de las ciencias sociales donde ha engrasado la maquinaria de la reflexión, propiciando la necesidad de cambiar uno u otro patrón, ver las cosas de otra manera, cuestionar su existencia, buscar sus posibilidades de mejora y un largo etcetera.

Luego de la filosofía haber acompañado al ser humano a lo largo de su evolución, primero estimulándolo a asegurar su existencia y luego fomentando el sentido y valor de vivir en sociedad, preservándola como espacio comunitario que nos convirtió primero en individuos de la tribu y luego en ciudadanos. Aún le quedan cosas que hacer por nosotros; una de ellas, tal vez la más urgente entre tantas otras y es advertirnos el ¿qué hacer?, el ¿cómo hacer? y el ¿qué evitar?, para los que habitamos el planeta, lo preservemos en el tiempo y siga siendo, vivible, perdurable y sostenible, como aquel ya lejano día en el que respondimos la primera pregunta…

Feliz día de la filosofía.

A manera de epílogo.

Toda luz siempre proyecta una sombra, allí habitan las respuestas a desentrañar.