Garantizar una educación de calidad, el gran reto más allá de la pandemia

Cada 24 de enero es el Día Internacional de la Educación, una fecha proclamada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con el objetivo de concienciar a todo el planeta de la importancia de la educación para conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Concretamente el Objetivo número 4 establece una Educación de Calidad.

A través de la educación se contribuye a erradicar la pobreza y el hambre, mejorar la salud, promover la igualdad de género y reducir la desigualdad. En definitiva hace sociedades más justas y equitativas.

Como pluma invitada para abordar el tema contamos con Aida Alfaro, Directora Ejecutiva de Fundación para la Promoción de la Excelencia educativa.

El 24 de enero celebramos el Día Internacional de la Educación, y yo me pregunto, ¿cuándo Panamá tendrá una educación digna de ser un referente internacional?

Hablar de educación de calidad en el sentido que propone el ODS4, implica hablar de estrategia, de visión país, de ubicar la formación de nuestros docentes y estudiantes como prioridad nacional. Nuestra realidad muestra una película muy diferente. Programas educativos excelentes que se eliminan por haber sido creados por administraciones anteriores, programas de formación docente desfasados, evaluaciones estandarizadas que muestran que no hemos recuperado terreno en décadas.

Se llevan a cabo múltiples foros de diversos temas y la conclusión constantemente gravita alrededor de la importancia de una educación de calidad, su valor como el único gran nivelador social y factor generador de oportunidades clave para salir de la pobreza. Entonces, si eso lo tenemos tan claro, cómo es posible que el tema a discutir en este momento no sea la implementación de metodologías innovadoras de enseñanza, la estimulación del pensamiento crítico y mejor toma de decisiones y análisis en nuestros estudiantes, sino, si retornamos o no a las aulas.

No hay duda que el retorno a clases presenciales es un gran paso, sobretodo cuando somos uno de los países del mundo con más días fuera de las aulas. Sin embargo, las sociedades donde se prioriza la educación no hay debate sobre si hay clases presenciales o no, las estrategias se articulan alrededor de la manera en cómo mantener las escuelas abiertas y atender los casos en forma puntual con protocolos claros. No es secreto que nuestro sistema educativo no está preparado para atender adecuadamente las clases en forma remota. El rezago académico después de dos años es evidente pero las afectaciones en salud mental y desarrollo en general de nuestros niños, niñas y adolescentes es una pandemia con la que tendremos que vivir por muchos años más. 

Hay mucha esperanza de un retorno más regular en marzo, pero, no nos equivoquemos, es clave recalcar que nuestra aspiración no puede ser retornar a las aulas tal cual estaban en el 2019. Nuestro rezago va mucho más allá de eso. Mejorar la calidad educativa puede no ser suficiente, nuestro paciente está en cuidados intensivos, requiere una transformación profunda. Aprovechemos este punto de partida para hacer las cosas diferente, pongamos al estudiante en el centro de esta ecuación, empoderemos a nuestros docentes y preparémoslos para ser facilitadores de conocimiento.

Reflexionemos sobre esta realidad: en marzo, cuando retornemos a las aulas, cada uno de esos salones de clase va a tener las características de un salón multigrado donde encontraremos estudiantes que pudieron, por capacidad propia o ayuda de sus acudientes, mantenerse al día con sus aprendizajes, pero habrá un gran grupo que tendrá diferentes tipos de rezago. Un currículo priorizado y compacto de nivelación, docentes preparados para manejar aulas heterogéneas y pruebas diagnósticas serán algunas piezas claves para apoyar en la recuperación.

La buena noticia es que en Panamá hemos conversado largo y profundo sobre el tema en foros y mesas de diálogo, hemos llegado a consensos muy importantes como el COPEME y hemos planteado creativas soluciones. Una transformación educativa requiere visión, paciencia, disciplina, medición, pero sobretodo acción. Llegó el momento de unir voluntades, gobierno, padres de familia, gremios docentes y empresarios para poner en práctica todas esas ideas y trabajar con este objetivo, cada uno desde su trinchera, porque se trata de un tema demasiado importante para posponer o dejar en manos de otro.

Posiblemente vamos a tener que esperar un par de años para poder celebrar con propiedad el Día Internacional de la Educación, pero ese día llegará y será cuando todos entendamos que la educación de calidad es un derecho fundamental tan importante como la salud porque crea dignidad, bienestar, mejora la calidad de vida y es fuente de progreso.

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