“A mí también me pegaron y no me ha pasado nada”: ¿Hasta dónde llegan las consecuencias de este dicho?

Foto de ilustración: 123RF

Pluma invitada: Psicóloga Verushka Ordás, Coautora del libro “16 claves para detener el castigo corporal”.

En la infancia, es posible recordar algún evento relacionado con gritos y golpes, por ejemplo, “vas a ver cuando te alcance“, agitando frenéticamente la chancleta en la mano.  Pero la verdad es que cuando uno se convierte en adulto, cuesta acordarse de las emociones negativas que produjo este tipo de crianza, por lo que decir “a mí también me pegaron y no me ha pasado nada”, no es cierto.

El castigo corporal es definido por el Comité de los Derechos del niño como “…todo castigo en el que se utilice la fuerza física y que tenga por objeto causar cierto grado de dolor o malestar, aunque sea leve”; y a pesar de que 10 países de América Latina y el Caribe lo han prohibido, el “64% de niños y niñas menores de 15 años experimentan regularmente algún tipo de disciplina violenta”. Unicef, 2018.

La realidad es ésta: En un niño, el golpe o grito no logra el cambio de conducta esperado por el adulto, sino que produce reacciones emocionales y fisiológicas que bloquean su posibilidad de aprendizaje. Esto convierte al castigo corporal en una fórmula equivocada de crianza, malogrando las relaciones entre padres e hijos e impidiendo un desarrollo saludable para todos.

¿Por qué erradicarlo? Porque deja marcas emocionales y físicas, se crece en un ambiente de terror confundido con “respeto“, se aprende a resolver los conflictos de forma violenta; y porque repercute en el ámbito laboral y social.  Es que la violencia aprendida en el hogar se extiende a las relaciones de pareja, las amistades y compañeros de trabajo.

¿Cómo se transforma este pensamiento “A mí también me pegaron y no me ha pasado nada? Se inicia internalizando lo ineficaz y dañino que es el castigo corporal (gritos y golpes); y luego, aprendiendo nuevas habilidades para la crianza infantil.

La publicación 16 claves para detener el castigo corporal, propone desaprender este mal hábito, rompiendo las cadenas de una crianza punitiva tradicional y abriendo un abanico de oportunidades para educar con amor, comprensión y paciencia.  Este libro incluye 16 claves ya probadas en la consulta psicológica, que permitan reemplazar las viejas creencias de que el castigo corporal es útil y así comprender que no es necesario ni el enojo ni la destrucción afectiva del niño, niña o adolescente para lograr su desarrollo.  Esto incluye también, el manejo de nuestras propias emociones y conducta.

Este cambio de cognición permite el establecimiento de relaciones saludables para todos los miembros de la familia.  Esto se traduce en adultos más relajados-menos estresados, que confían en sus capacidades parentales porque conocen las necesidades de los miembros de su familia y aprendieron a manejar y equilibrar las responsabilidades familiares con las laborales.     

Promover la educación sin castigo corporal en las empresas, no solo beneficiará a las familias, sino que redundará positivamente en las relaciones laborales.

Educar sin castigo corporal es posible, ¿Te sumas a esta nueva aventura?

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