La ética es asunto de personas, no de corporaciones

Por Olga Bravo, Coordinadora de la Cátedra Dotada de Liderazgo Responsable del IESA. Profesora invitada del IESA  en áreas de liderazgo responsable, trabajo flexible, empresas familiares y emprendimiento. En la UCAB es profesora de Ética.

Con frecuencia, cuando se habla de sostenibilidad de las organizaciones del sector privado, se piensa en conceptos como ventaja competitiva, conocimiento diferencial, liderazgo, control de flujo de caja, innovación o audacia. Sin embargo, desde hace algunos años, la palabra ética ha conquistado un espacio en esa lista, en buena medida, debido a la caída escandalosa, por motivos atribuibles a manejos poco éticos o abiertamente antiéticos, de verdaderos gigantes de los negocios.

Las organizaciones proveen a la sociedad de productos y servicios que son consumidos por otras organizaciones y por miles de millones de personas en el mundo. Productos y servicios hacen posible el modo de vida actual de nuestra sociedad. Esa dependencia otorga un gran poder a las organizaciones y sus integrantes, particularmente a quienes ejercen el liderazgo y toman las decisiones.

No siempre la influencia de las organizaciones en la sociedad es beneficiosa. Recientemente, hemos asistido a casos como el gigantesco fraude de ingeniería contable de Enron, que arrastró consigo a una de las firmas de auditoría más prestigiosas del mundo, Arthur Andersen, al tiempo que dejaba sin empleo a miles de trabajadores, y sin sus ahorros a buena parte de sus accionistas; el comercio de las hipotecas basura que desencadenó la crisis económica de 2008, cuyo impacto, además de los mercado, ha provocado un declive en la tasa de natalidad y en la confianza en las instituciones (Gittleson, 2018); o el caso del falseo de las emisiones de óxido nitroso de Volkswagen, cuyas pérdidas milmillonarias para la empresa han impulsado la investigación y desarrollo de vehículos eléctricos.

Precisamente un escándalo de corrupción sucedido en la década de los 70, el Watergate, conmocionó a la opinión pública estadounidense a tal grado, que marcó el surgimiento de la llamada “ética de los negocios” como un espacio para promover actuaciones transparentes y honestas en las organizaciones. 

Sin embargo, la ética de los negocios ha conseguido detractores. Intelectuales como Peter Drucker han reaccionado frente a este enfoque, expresando su desacuerdo con duras críticas, no porque creyera que las organizaciones están al margen de la ética, sino porque juzgó como equivocado e inconveniente separar la ética de los negocios de la ética ordinaria.

Drucker consideraba un despropósito hablar de ética de los negocios porque los negocios son abstracciones y son las personas las que pueden asumir responsabilidad sobre sus acciones: 

Solo hay un código de ética, el de la conducta individual, para el príncipe y el mendigo, para el rico y el pobre, el poderoso y el manso por igual… Seguramente la “ética empresarial” asume que, por alguna razón, las reglas ordinarias de la ética no se aplican a los negocios (Drucker, 1981)

La crítica de Drucker tiene que ver con agregar una cualificación a la palabra ética porque, en su opinión, la banaliza (le da un carácter de moda, de espectáculo) y da pie a numerosos malentendidos. En el mismo artículo concluye: “La ética, sin embargo, tiene tanto que decirle al individuo en nuestra sociedad de organizaciones como siempre tuvo que decirle al individuo en sociedades anteriores”.

Desde la cátedra dotada de Liderazgo responsable impulsada por el IESA y el Dividendo Voluntario para la Comunidad de Venezuela, preferimos hablar de “Liderazgo responsable” y ética en general, en lugar de hablar de una ética de los negocios o de las organizaciones. El tema se ha trabajado desde una perspectiva de responsabilidad individual de los líderes que permea al resto de los integrantes de la organización, en los siguientes términos:

Que quienes ejercen el liderazgo tengan plena conciencia del bien que pretenden realizar en y con sus acciones desde el punto de vista de la finalidad última que se busca, los bienes intermedios y el medio en el cual se actúa.

El propósito del liderazgo responsable es procurar el bien, no como una noción abstracta o descarnada, sino el bien que se puede alcanzar en y con la acción, lo que supone el ejercicio responsable de la libertad desde el primer momento, y no sólo después de realizada la acción lo que, a su vez, exige la deliberación acerca del bien[1].

Son dos las claves de esta definición:

  1. La consideración del bien durante la acción y no solo desde sus resultados, como forma de contrarrestar el consecuencialismo con su corolario, el fin justifica los medios.
  2. La deliberación acerca del bien: no se trata de listar preceptos que sean seguidos como si los líderes fueran autómatas y fuera posible establecer, de forma exhaustiva, las conductas consideradas como éticas.

Es preciso desarrollar/consolidar el juicio moral en las personas, particularmente en aquellos que ejercen el liderazgo y cuyas conductas y decisiones no sólo impactan a su organización y la sociedad, sino que modelan conductas en aquellos con quienes trabaja. Howard Bowen (1953), el padre de la responsabilidad social empresarial apuntaba que, “con frecuencia, el hombre de negocios falla al aprehender plenamente la relación entre sus decisiones privadas y el bienestar público” y abogaba por “procesos de discusión de base amplia y un examen de conciencia individual por parte de los empresarios, los participantes reales”, en lugar del “deletreo de las respuestas por parte de observadores externos”.

Milton Friedman, en su polémico y provocador artículo publicado en 1970 en el New York Times “La responsabilidad social de los negocios es incrementar sus beneficios”, reconoce el papel de la ética y a sociedad en la responsabilidad de los gerentes y ejecutivos:

Esa responsabilidad [de los gerentes] es conducir el negocio de acuerdo con sus deseos, que generalmente será ganar la mayor cantidad de dinero posible mientras se ajustan a sus reglas básicas de la sociedad, tanto las incorporadas en la ley como las incorporadas en las costumbres éticas.

Resulta menester entonces, fortalecer en las personas, particularmente los líderes empresariales, su capacidad de juicio moral para que esa sociedad de organizaciones de la que hablaba Drucker, sea una que “espera que sus gerentes, ejecutivos y profesionales se exijan, a sí mismos, evitar el comportamiento que no respetarían en los demás y que, en cambio, actúen de manera apropiada para el tipo de persona que les gustaría ver en el espejo por la mañana”.

 

 

 

REFERENCIAS

Bowen, H. (1953). Social Responsibilities of the Businessman. Consultado el 9 de septiembre en https://books.google.com.ar/books?id=ALIPAwAAQBAJ&pg=PT4&dq=the+responsible+of+the+businessman+iowa+press&hl=es&sa=X&ei=ZsAuVe6DDPeHsQSRpoCYCw&ved=0CCUQ6AEwAA#v=onepage&q=the%20responsible%20of%20the%20businessman%20iowa%20press&f=false

Drucker, P. (1981). What is Business Ethics. The McKinsey Quarterly, Autumn, 1981. Recuperado el 6 de septiembre de 2021 de https://nationalaffairs.com/storage/app/uploads/public/58e/1a4/d0a/58e1a4d0a8b2b007619680.pdf

Friedman, M (1970). The Social Responsibility of Business is to Increase its Profits. New York Times, septiembre 13 de 1970. Recuperado el 30 de Agosto de http://websites.umich.edu/~thecore/doc/Friedman.pdf

Hotten, R (2015). Volkswagen: The scandal explained en BBC. Recuperado el 6 de septiembre de 2021 de https://www.bbc.com/news/business-34324772.

Gittleson, K. (2018). Lehman Brothers: las 5 cinco consecuencias más sorprendentes de la crisis que desató la quiebra del banco en 2008. BBC Mundo. Recuperado el 5 de septiembre de https://www.bbc.com/mundo/noticias-45491698.  

Pozzi, S (2018). Hipotecas subprime: La crisis con la que empezó todo. El País. Recuperado el 5 de septiembre de https://elpais.com/economia/2017/08/05/actualidad/1501927439_342599.html.

[1] Agradecemos el apoyo del Dr. Rafael Tomás Caldera, filósofo, en la revisión y desarrollo de este enunciado,