La lucha contra la pobreza enfrenta en un escenario de pandemia

Foto: Naciones Unidas

A través de los años, como sociedades, nos hemos esforzado en realizar acciones orientadas a alcanzar el desarrollo socioeconómico de nuestros países, sin embargo, frente a ese anhelo, nos seguimos encontrando con un fenómeno multidimensional que representa el mayor obstáculo de cara a este avance: el fenómeno de la pobreza.

Por décadas, se han utilizado diferentes herramientas para estudiar y medir los niveles de pobreza en nuestra sociedad, pero medir la profundidad de la pobreza, identificar las distintas privaciones a las que están sujetas las personas y determinar las facetas de bienestar que se deben priorizar, no ha sido una tarea fácil, debido a las consecuencias de otros factores que impactan esta condición.

Aunque, en los últimos años, se han observado niveles sin precedentes de crecimiento económico, innovación y tecnología, millones de personas siguen viviendo en estado de pobreza o extrema pobreza.

Pero, ¿Qué es la pobreza?

La pobreza no solo se refiere a la falta de ingresos que percibe un individuo, sino que engloba una serie de factores de vulnerabilidad que atenta contra los derechos humanos de la persona e imposibilita el alcance de un verdadero desarrollo de la sociedad.

En la actualidad, cada vez se hace más evidente que la crisis a causa de la enfermedad COVID-19 ha traído consigo una serie de consecuencias devastadoras en todo el mundo. Por ejemplo, ya se habla de un retroceso importante principalmente sobre los avances logrados en distintas problemáticas socioeconómicas que afrontan todos los países. Los niveles de desempleo, contratos suspendidos, acceso a servicios esenciales, aumento en el empleo informal, carencias alimentarias, falta de acceso a los servicios de salud básicos, sistemas de protección social deficientes, aumento en la brecha digital, limitado acceso a educación de calidad, entre muchos otros, son algunos de los impactos negativos derivados de esta pandemia, que contribuyen significativamente en el aumento de las tasas de pobreza en todo el mundo.

En la región de América Latina y el Caribe, los efectos de la COVID-19 sobre la economía se hacen cada vez más notorios. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en la región se espera una caída del producto interno bruto (PIB) de 9,1% en 2020; la tasa de desocupación regional se estaría ubicando alrededor del 13,5% al cierre de 2020, proyectando así un incremento en la situación de pobreza de 45,4 millones de personas en 2020.

El total de personas en situación de pobreza pasaría de 185,5 millones en 2019 a 230,9 millones en 2020, cifra que representa el 37,3% de la población latinoamericana.

Ahora bien, hay un concepto importante en los esfuerzos por reducir los niveles de pobreza en el mundo y se trata de la desigualdad en todas sus formas. Ante la urgencia sanitaria de provocada por la enfermedad COVID-19 y la crisis en pleno desarrollo, las desigualdades se siguen agravando en todas las sociedades y economías del mundo.

La brecha entre hombres y mujeres en situación de pobreza ha aumentado drásticamente; las mujeres siguen corriendo el mayor riesgo de estar en desventaja frente a los hombres en situaciones tales como perder su empleo o no ser tomadas en cuenta como candidatas a puestos gerenciales o de alto nivel. La brecha sobre los niveles de escolaridad y las oportunidades de educación entre hombres y mujeres, los patrones culturales que atribuyen a la mujer la mayor parte del cuidado de la familia, el cuidado infantil, las tareas del hogar y la exposición a situaciones de violencia es una dura muestra del nivel de deficiencia de nuestras sociedades y economías.

La pandemia por COVID-19 marca un antes y un después en la historia de la humanidad. Con su llegada, se pueden evidenciar las fallas del sistema en todo nivel y, sin embargo, también propone una oportunidad de colaboración y esfuerzo conjunto para reducir las vulnerabilidades y los impactos múltiples.

La Agenda 2030, con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, representa un marco ético de actuación sobre la base del respeto a los derechos humanos. La erradicación de la pobreza en todas sus formas, constituye el objetivo n°1 de este plan de acción. Es importante recalcar que la erradicación de la pobreza está estrechamente ligada, y en algunos casos es un elemento fundamental para el cumplimiento de los demás objetivos.

La movilización de recursos de distintas fuentes, los esfuerzos del estado a través de políticas públicas y el aporte del sector privado son algunas de las claves para combatir la pobreza. El papel del sector privado es fundamental en esta lucha, y hoy más que nunca se hace indispensable su compromiso, ya que son de gran importancia todas las acciones y estrategias responsables que implementen para hacer frente a la situación actual.

La conducta empresarial responsable de las organizaciones, desde la protección de sus trabajadores, acciones de apoyo en su cadena de valor y a las pequeñas y medianas empresas, el fomento a la educación y desarrollo humano y la creación de empleo, son algunas de las acciones que, si se llevaran a cabo, tendrían alto impacto sobre el bienestar de la sociedad en general.

Hoy, tenemos una oportunidad valiosa para reconstruir sociedades más resilientes y sostenibles, poniendo al ser humanos en el centro y lograr así un desarrollo económico inclusivo, equitativo y sostenible, en donde prevalezca el trabajo decente para todos y todas, la integración social, la disminución de las desigualdades, y la garantía de una vida digna y sana, buscando siempre el progreso en la erradicación de la pobreza extrema. ¡Sin dejar a nadie atrás!

 

 

Por Elizabeth Solis

Gerente del Proyecto Avancemos

 

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