Por: Krystel Zapata, coordinadora de proyecto de Sumarse.
El Día Internacional de la Familia se celebra el 15 de mayo de cada año. Fue proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1993 para promover la conciencia sobre el papel fundamental de la familia como unidad básica de la sociedad, así como para resaltar los derechos y responsabilidades de los miembros de la familia.
Al considerar a la familia como la unidad básica de la sociedad, se reconoce su importancia como núcleo central de la comunidad y como base para la crianza y el cuidado de sus miembros. La familia proporciona un entorno de apoyo, amor y educación, y desempeña un papel crucial en el desarrollo y el bienestar de los individuos.
Bajo este contexto y en un mundo cada vez más acelerado y exigente, conseguir que cualquier miembro de la familia (trabajador/a; hombre/mujer) pueda llevar a cabo sus funciones laborales y seguir creciendo profesionalmente, sin tener que renunciar por ello a su vida personal, es imprescindible.
Sin embargo, para comprender en su justa medida el reto de la conciliación hoy en día, es preciso dar un paso hacia atrás e intentar enmarcarlo en un contexto histórico amplio. Durante muchos siglos, la conciliación vida y familia no era una situación compleja ya que el hogar era el centro de la vida, no solo social, sino también económica para las personas. En este modelo estaban claramente diferenciados los roles sociales, las responsabilidades, las ocupaciones de los hombres y de las mujeres. Las tareas de las mujeres estaban enmarcadas en el hogar y su extensión productiva (huerta, animales, cuidadoras…) mientras que la vida del hombre se desarrollaba más en los espacios públicos tanto económicos como de representación. En pocas ocasiones se producía un intercambio de roles entre hombres y mujeres. No había especiales problema de conciliación porque no se daba una separación entre trabajo y familia y el valor económico del hogar era crucial en la supervivencia familiar.
Conforme se producen los procesos de transformación social que se dan en el siglo XX, se va modificando esta dualidad de mundos interconectados, pero marcadamente separados, que regía los espacios y las relaciones entre hombres y mujeres, por ejemplo: el desarrollo económico de la mano de la industrialización; la entrada de la mujer al mercado de trabajo formal y su permanencia en él tras formar familia; el desarrollo de un estado del bienestar; la revolución tecnológica aplicada a todos los campos de la vida, entre otros hechos.
En este proceso en el que se van separando las fronteras de los espacios asignados en función del género, también se van incrementando las situaciones de conflicto entre el trabajo y la familia, surgen nuevos problemas a los que había que dar respuesta. Y estas dificultades, estos problemas, se los encuentran especialmente las mujeres ya que “se espera” que sigan cubriendo “sus” esferas anteriores y las hagan compatibles con su incorporación a los espacios públicos.
En la actualidad, observamos diversos modelos de familia, que han tenido que adaptarse a las diferentes realidades asociados a los usos de tiempo trabajo-familia; por ejemplo, aquellos hogares con hijos, donde observamos padres ausentes por causa de sus compromisos laborales, a otros con una fuerte presencia en el hogar asumiendo la figura de cuidador/a. El caso más extremo es el denominado modelo de los “niños de la llave”, menores de edad que llegan a casa del colegio, abren la puerta con su propia llave, y pasan la tarde solos hasta que llegan su(s) padre(s) al caer el sol. También es posible encontrar ejemplos de menores que están en todo momento atendidos por personas no familiares; o, la realidad de los abuelos burnout son algunas variedades de la atención a los niños en esta situación de ausencia, total o parcial, de los padres o casos de hogares que familias sin hijos, que pasan mucho tiempo fuera de su hogar por horas extendidas de trabajo o largas horas de movilización entre su lugar trabajo y vivienda, entre otros.
Es por ello por lo que, la conciliación entre la vida laboral y personal permite al ser humano disfrutar de tiempo de calidad con su familia, cuidar de su bienestar físico y mental, y participar plenamente en actividades extralaborales que les brinden satisfacción en sus vidas.
El hecho de fomentar medidas de conciliación laboral y familiar no solo aporta beneficios al recurso humano, sino también a las organizaciones. Lograr un equilibrio entre la vida personal y la profesional es un factor que influye directamente en la reducción del estrés, al disponer estos de mayores facilidades para compatibilizar su vida profesional, personal y familiar; repercute positivamente en una mejora del estado anímico de las personas y contribuye a favorecer el buen clima laboral en las relaciones entre el personal dentro de la empresa.
Los planes de conciliación también ejercen un efecto positivo en la motivación de los profesionales, algo que se puede traducir en un mayor rendimiento en el desarrollo de sus tareas, reducción de las bajas laborales y los costos empresariales derivados de la rotación, ausentismo, enfermedades; por otro lado, aumenta el sentimiento de pertenencia del talento humano con la empresa, al sentirse más comprometidos con la compañía, sus objetivos y retos. Por lo que, de esta manera, también se consigue fidelizar a los trabajadores.
Es por esto, por lo que, medidas como: la técnica “Smart Working” un modelo basado en el cumplimiento de objetivos y plazos, la flexibilidad de horarios, la implementación del teletrabajo, reuniones por videoconferencias, establecimiento de planes de beneficios, son solo algunas de las medidas que pueden brindar al talento humano una mayor autonomía en el desempeño de sus obligaciones profesionales y, organización de su día para adaptar su horario al de sus obligaciones personales (bajo el compromiso de cumplir con sus asignaciones acordadas con su empleador).
Desde Sumarse, a través del programa Avancemos trabajamos para aportar a este tema; por medio de la identificación de situaciones de riesgos y vulnerabilidades multidimensionales que pueda estar atravesando el /la colaborador/ra y su familia desde una mirada inclusiva y diversa; a través, de la facilitación de herramientas, capacitaciones y sensibilizaciones que promuevan una salud integral (física, mental y socioeconómica).
Todo ello enmarca un mayor bienestar personal del talento humano, mayor tranquilidad y mayor equilibrio físico y mental.
Es un reto de todos – individuos, organizaciones, administraciones– conseguir que la sociedad sea un lugar familiarmente sostenible.