Nutrición responsable en este 2023, una mirada desde la problemática actual y las vías para su solución

Por: Israel Ríos Castillo, ND, MSc., PhD

Oficial de Nutrición, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Oficina Subregional de la FAO en Mesoamérica. Ciudad de Panamá, Panamá.

La alimentación es siempre un tema de relevancia, tanto en lo social como en lo económico, ambiental y político. Todos nos alimentamos y, para bien o para mal, hacemos elecciones de alimentos según nuestros gustos, preferencias o conocimientos. Pero, ¿qué pasa si no nos alimentamos correctamente?

Actualmente Panamá enfrenta una crisis en materia de inseguridad alimentaria y malnutrición. El 72% de los adultos panameños están con sobrepeso, de los cuales, el 36% ya tiene obesidad. Asimismo, el sobrepeso y la obesidad están en aumento en casi todos los grupos de edad. En niños de edad preescolar, los menores de cinco años, el exceso de peso afecta al 13%; mientras que en los escolares y adolescentes, este mal afecta al 36%.

Aunado a lo anterior, en Panamá hay una crisis de salud por la alta prevalencia de las enfermedades crónicas no transmisibles, como la diabetes, la presión arterial en sangre elevada, los problemas del corazón, las enfermedades de los riñones e incluso varios tipos de cáncer. Todas las condiciones anteriores tienen algo en común, están relacionadas con la mala alimentación y con la obesidad.

Las enfermedades crónicas antes mencionadas ocupan además las estadísticas nacionales como las principales causas de muerte en el país. Son cientos de personas que mueren al año debido a las enfermedades cardiovasculares, el infarto y varias de las enfermedades antes mencionadas. Estas muertes pudieron ser prevenibles sobre todo a través de la modificación de los hábitos alimentarios y de estilos de vida de la población hacia modelos más saludables y sostenibles.

Por otra parte, la carga de enfermedad no solo se mide por el número de muertes que ocasiona, sino también por los años de vida perdidos por discapacidad. Es así que la mala alimentación y la malnutrición son responsables de una alta discapacidad y también de efectos directos en la economía y desarrollo de los países.

Ante esta realidad, se hacen necesarias profundas transformaciones en el sistema alimentario nacional. La producción y comercialización de alimentos no solo debe aportar comida para saciar el hambre, sino que debe mejorar la nutrición de la población. Las dietas occidentales, con alta oferta de productos no saludables como las bebidas azucaradas y comida chatarra, están ocasionando estas terribles cifras de malnutrición, discapacidad y muerte prematura en la población panameña.

En 2021, las Naciones Unidas convocó al mundo entero para discutir las acciones que se deben tomar desde el sistema alimentario para alcanzar el desarrollo sostenible. Se trata pues de la Cumbre Mundial sobre los Sistemas Alimentarios que buscó poner en la discusión global la importancia de prestar atención al tema de la alimentación.

Asimismo, en 2016, todos los países miembros de las Naciones Unidas se comprometieron en cumplir los 17 objetivos para alcanzar el desarrollo sostenible al 2030, sin dejar a nadie atrás. El tema alimentación se refleja en cada uno de dichos objetivos. En particular, el ODS 2 estableció la meta de acabar con el hambre incluso antes del 2030. Pero no solo el hambre, sino que además incluyó el lograr la seguridad alimentaria y combatir todas las formas de malnutrición.

Los compromisos asumidos en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible deben hacernos reflexionar sobre nuestro rol en la lucha contra el hambre y contra todas las formas de malnutrición. Esto incluye, el combate contra la obesidad y las enfermedades crónicas no transmisibles, consecuencias muchas veces de los hábitos alimentarios y de estilos de vida poco saludables.

La mirada sistémica del tema alimentación es clave, entendiendo ésta como las interrelaciones que existen entre la producción, la comercialización y el consumo. Los patrones de alimentación han cambiado. Actualmente hay una alta oferta y consumo de productos no saludable. Se ha dejado de lado el amor por la cocina, por preparar alimentos naturales, frescos, saludables y por adquirir víveres la producción local. Por lo tanto, se hace necesario mejorar los hábitos de alimentación pero también de generar ambientes alimentarios que faciliten la adopción de mejores prácticas de preparación y consumo de alimentos.

Para ello, es necesaria la participación del sector privado, sobre todo a través de la responsabilidad social empresarial y de acciones en favor de una mejor nutrición. Acciones que favorezcan la comercialización y el consumo de alimentos saludables como las menestras, verduras, frutas, vegetales y hortalizas frescas, semillas secas, lácteos y carnes bajas en grasas; huevos, pollo y pescado; entre otros alimentos saludables. Apoyar al pequeño y mediano agricultor es importante, mediante los circuitos cortos de comercialización o a través de facilitarles el acceso a mercados para la comercialización de sus productos. Aquí las alianzas con el sector privado para la compra de alimentos de la agricultura familiar y campesina, por ejemplo en el sector turismo, pudiera ser un excelente ejemplo de responsabilidad empresarial en favor de una mejor nutrición.

Se necesita un renovado marco de políticas públicas que permita esta transformación. Varios países de la región cuentan con leyes de soberanía y de seguridad alimentaria en respuesta a esta necesidad. Estas leyes permiten la articulación y coordinación de la agenda de seguridad alimentaria y de mejor nutrición que contribuirán con el desarrollo sostenible de los países.

Transformar los sistemas alimentarios también implica modificar los actuales ambientes alimentarios, mismos que están plagados de una alta carga de publicidad de bebidas azucaradas y de comida no saludable y que están causando tantos problemas de salud. Sin dejar de mencionar que las terribles consecuencias de la malnutrición están afectando el ya debilitado sistema sanitario de nuestro país. Entonces, establecer regulaciones al ambiente alimentario parece ser una prioridad.

Al respecto, sobre la modificación de los ambientes alimentarios, existen múltiples ejemplos en países vecinos. Uno de ellos es el sistema de sellos frontales de advertencia nutricional. Se trata de un sistema sencillo que permite a los consumidores estar informados sobre el alto contenido de azúcar, sal o grasas en productos empacados o procesados. Países como Argentina, Colombia, Chile, Bolivia, Brasil, Ecuador, México, Perú y Uruguay ya están implementando este tipo de sistemas de etiquetado de advertencia nutricional con buenos resultados en sus primeros años de ejecución.

En Panamá, en diciembre de 2019 se presentó ante el parlamento el anteproyecto 265 que busca crear un sistema de etiquetado frontal de advertencia nutricional. Sin embargo, han pasado ya varios años y aún no finaliza su discusión y mucho menos su aprobación. Mientras tanto, las altas cifras de obesidad siguen subiendo y no hay nada que se haya hecho de forma responsable para detenerla. Es hora de actuar, no podemos dejar a las futuras generaciones las graves consecuencias de la malnutrición.   

Otra iniciativa que se debe retomar en nuestro país es el programa Estudiar sin Hambre, que propone entregar un plato de comida caliente, acorde a las guías de alimentación del Ministerio de Salud. Además, Estudiar sin Hambre establece la compra de alimentos frescos y de la producción local garantizando así un mercado para los pequeños y medianos agricultores en las comunidades. A través de Estudiar sin Hambre se puede educar al estudiante sobre mejores prácticas de alimentación y de estilos de vida más sanos, junto con acciones como educación alimentaria y nutricional y de huertos escolares pedagógico.

En resumen, Panamá necesita avanzar en la mejora de sus indicadores de alimentación y nutrición, medidas clave para lograr el desarrollo sostenible. En este esfuerzo, todas y todos tenemos responsabilidades que asumir. Desde la academia con la generación de metodologías e investigación; la sociedad civil a través de la abogacía para gozar del derecho a una alimentación saludable; hasta el sector privado quien pudiera sumarse en esta lucha en favor de una mejor nutrición y alimentación en Panamá. Somos la generación que podrá acabar con el hambre, debemos asumir este desafío, por nuestros hijos y por el futuro que queremos dejarles a ellos.

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