La desertificación es la degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas. Está causada fundamentalmente por la actividad humana y las variaciones climáticas; se debe a la vulnerabilidad de los ecosistemas de zonas secas, que cubren un tercio de la superficie del planeta, a la sobrexplotación y el uso inadecuado de la tierra.
La pobreza, la inestabilidad política, la deforestación, el sobrepastoreo y las malas prácticas de riego afectan negativamente a la productividad del suelo.
Cada 17 de junio se celebra el Día Mundial para Combatir la Desertificación y la Sequía con el fin de concienciar acerca de las iniciativas internacionales para combatir estos fenómenos. Esta fecha nos brinda una oportunidad única para recordar que se puede neutralizar la degradación de las tierras mediante la búsqueda de soluciones, con una firme participación de la comunidad y cooperación a todos los niveles.
Con motivo del 25º aniversario de la adopción de la Convención de Naciones Unidas contra la Desertificación (CLD), el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, pone este año de relieve los progresos globales en materia de gestión sostenible del suelo. La campaña de este año, de cuya organización se encarga Turquía, gira en torno al lema «Construyamos el futuro juntos».
De los ecosistemas de las zonas secas depende la subsistencia de unos 2000 millones de personas, noventa por ciento de las cuales vive en países en desarrollo.
La sobrepoblación de muchos países infradesarrollados crea la necesidad de explotar ganadera y agrícolamente las tierras de zonas secas. Cuando estas tierras no pueden sustentar más a la población, se inicia la migración de las zonas rurales a las urbanas.
Con el aumento de la frecuencia y el rigor de las sequías, a consecuencia del cambio climático, es probable que el fenómeno de la desertificación se intensifique.
¿Qué podemos hacer?
- Reforestar y regenerar las especies arbóreas.
- Mejorar la gestión del agua, mediante el ahorro, la reutilización de las aguas depuradas, el almacenamiento del agua de lluvia, la desalinización o, en su caso, el riego con agua de mar de las plantas halófilas.
- Mantener el suelo mediante el uso de vallas para frenar el avance de las dunas, barreras arbóreas para proteger frente a la erosión eólica, etc.
- Enriquecer y fertilizar el suelo a través de la regeneración de la cubierta vegetal.
- Posibilitar el desarrollo de los brotes de especies arbóreas nativas mediante la poda selectiva. Los residuos de la poda se pueden emplear para abonar los campos, y así aumentar la capacidad de retención de agua del suelo y reducir la evapotranspiración.
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